Jesús nos advierte que en nuestro corazón se cultivan y se cosechan los malos pensamientos, es nuestra naturaleza y nuestra condición caída la que muchas veces nos lleva a corromper todo aquello que de principio era bueno.
"Porque del corazón salen los malos pensamiento, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias." -Mateo 15:19
Con facilidad al adquirir conocimiento, nos transformamos a la arrogancia, en medio de la prosperidad, nos volvemos insensibles a la necesidad de otros, incluso en medio de mi necesidad y aflicción he sido demandante y egoísta; al considerarnos justos, nos convertimos en jueces de los demás, faltos de misericordia. Esta es nuestra naturaleza…
Nuestra condición de pecado nos lleva obligadamente a depender totalmente de la gracia, el perdón, la instrucción y el Espíritu de nuestro Redentor. Porque es por medio de Jesucristo y por Jesucristo que hoy descansamos, sabiendo que hemos sido justificados gratuitamente por Su gracia (Romanos 3:20) con la esperanza de que un día seremos transformados por completo.
Y Paul David Tripp, en su libro ¿Realmente crees?, lo describe de la siguiente manera:
“que reparará todo lo que el pecado ha roto y que al fin seremos hechos como el Hijo, libres para siempre del pecado”.
Y mientras continuemos en este cuerpo, nada podemos hacer en nuestras fuerzas. Es por medio de Su Espíritu que nos dará la misericordia y la gracia para con los demás; es Su Palabra la que tiene un poder transformador en nuestras vidas; es Su Palabra la guía que nos llevará a la purificación y a la santificación.
"…así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra." -Efesios 5:25-26
Busquemos cada día la presencia de Dios en nuestras vidas. No como una obligación religiosa, sino con reverencia, reconociendo nuestra incapacidad y la necesidad constante de alinear nuestros pensamientos, anhelos, palabras, decisiones, a Su buena, agradable y perfecta voluntad. Buscando la fortaleza espiritual que tanto anhelamos. Tomando acción en un proceso continuo de oración, de estudio y meditación de Su palabra; que producirá la enseñanza divina que nos guíe en nuestra vida diaria. Sabiendo que Dios, quien comenzó la buena obra en nosotros, la continuará hasta que quede completamente terminada el día que Cristo Jesús vuelva. (Filipenses 1:6-8)