Hemos sido creados con la necesidad natural de habitar en comunidad, pertenecer a un núcleo del cual nos sintamos parte, y sentir el cobijo de aprobación de éste. En un mundo conectado digitalmente por las redes sociales quizá buscamos aprobación con el pulgar arriba (“likes”). Aquellos que encuentran su identidad en Cristo llegan al entendimiento de que la aprobación más importante —para vida o muerte eterna— es la de Dios.
Imagina el instante en que el apóstol Pedro cruzó la mirada con Jesús después de que impetuosamente le aseguró que estaba dispuesto a ir no solo a la cárcel sino a dar su vida por Jesús para poco después negarlo tres veces (Luc. 22:33-34, 61). Seguramente esa mirada compasiva de Jesús después que lo negó lo hizo sentir reprobado (Luc. 22:62), mas luego el Señor lo afirmó por Su gracia.
Nosotros no somos tan diferentes. Esta escena refleja nuestra condición de incapacidad sin Jesús; al mínimo padecimiento queremos salir por una puerta falsa. Si el maestro nos pone un examen retador para esforzarnos, nos quejamos; si la autoridad nos pide alinearnos a una norma, nos molestamos; si nuestro hermano no nos trata como creemos merecer, murmuramos; o si alguien nos falla, ya no le dirigimos la palabra. Eso y mucho más en un abanico tan amplio de posibilidades cuando nos relacionamos con otros.
"Porque esto merece aprobación, si alguno a causa de la conciencia delante de Dios, sufre molestias padeciendo injustamente. Pues ¿qué gloria es, si pecando sois abofeteados, y lo soportáis? Mas si haciendo lo bueno sufrís, y lo soportáis, esto ciertamente es aprobado delante de Dios." -1 Pedro 2:19-20 (RVR60)
En la actualidad vivimos bombardeados por diversos medios con la idea de que si algo ya no nos parece, no nos hace feliz, o el empaque ya no nos gusta, es mejor desecharlo bajo el argumento humanista de que eso no es egoísmo, sino amor propio. Sin embargo, el llamado bíblico y Cristo-céntrico de un soldado aprobado por Dios es el de estar dispuesto a ir mar adentro, a permanecer entendido de que Jesús no murió para que yo pare de sufrir, o para quitar el aguijón en mi carne si es la voluntad de Dios que ahí permanezca (1 Ped. 3:17). La voluntad de Dios es que cuando padezca, el dolor perfeccione el carácter de Jesús en mi vida... como un cincel.
"Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas." -1 Pedro 2:21 (RVR60)
La vida es un campo de entrenamiento para un día llegar con manos extendidas a alabar al Rey de Reyes. ¿Cuánto modelo yo el carácter de mi Padre celestial y permanezco fiel siguiendo sus pisadas?