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Foto del escritorDiddier Ramírez

Paz en la tormenta

“Maestro no te importa que perezcamos” Marcos 4:38 NBLA

Esta frase parece ser contradictoria, ya que uno de los significados más conocidos de la palabra "paz" es la ausencia de problemas. Entonces, ¿cómo es posible tener paz si estás en medio de una tormenta?


En este pasaje (Marcos 4:35-41), Jesús les dijo a sus discípulos, algunos de ellos pescadores experimentados, que cruzaran al otro lado del mar de Galilea. Pero en el camino se desató una gran tormenta, de tal magnitud que creyeron que morirían. Mientras tanto, Jesús dormía, lo que llevó a los discípulos, en su desesperación, a reclamarle su aparente indiferencia. El final ya lo conocemos: Jesús se levantó y calmó la tormenta.


Tal vez usted, al igual que yo, haya criticado a esos discípulos: ¿cómo es posible que sintieran temor teniendo a Jesús en su barca, sobre todo cuando momentos antes lo habían visto hacer milagros?


Sin embargo, una pequeña reflexión basta para darnos cuenta de que somos peores que ellos. No necesitamos estar en riesgo de morir; ante el más mínimo problema, ya sea en el trabajo, sentimental, de salud, etc., solemos reclamarle a Dios, preguntándole: ¿por qué permanece indiferente?, ¿por qué no responde?, ¿por qué no nos libra de esta tormenta?


Esto tiene una explicación. Veamos el versículo 40: Jesús les pregunta a los discípulos por qué estaban atemorizados si Él estaba con ellos. La respuesta la da el propio Jesús: porque los discípulos, al igual que nosotros, no tenían fe en Él ni en sus promesas.


La Biblia está llena de promesas cuyo objetivo es recordarnos que nuestro Dios siempre está con nosotros y no permanece indiferente. Por ejemplo: "No temas, porque Yo estoy contigo; no te desalientes, porque Yo soy tu Dios" (Isaías 41:10), "… recuerden, Yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo" (Mateo 28:20), "echando toda vuestra ansiedad sobre Él, porque Él tiene cuidado de vosotros" (1ª Pedro 5:7), "Nunca te dejaré ni te desampararé" (Hebreos 13:5). En la medida en que creamos en estas promesas, seremos capaces de reaccionar de manera distinta a los discípulos en el mar de Galilea.


Dios no prometió librarnos de las tormentas, pero sí prometió que estará con nosotros en cada una de ellas. Por lo tanto, hagamos nuestra esa promesa, para que, aunque parezca contradictorio, podamos tener paz en medio de cualquier tormenta.


Dios les bendiga.

 


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