El mundo en el que vivimos está lleno de distracciones que, de manera sutil, nos alejan y desvían nuestra atención, y eventualmente, nuestro amor y admiración. Lamentablemente, incluso dentro de la iglesia, hemos llegado a normalizar el amor por todo aquello que no proviene del Padre. Sin embargo, Él, en Su palabra, nos recuerda que nuestra estadía en este mundo es pasajera. Más importante aún, nos recuerda el mayor mandamiento: amar a nuestro Dios sobre todas las cosas.
Además, nos ayuda a identificar lo que significa no amarle a Él:
"No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre." -1 Juan 2:15-17
Los “deseos de la carne, los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida” nos remiten al pecado original, cuando Adán y Eva se dejaron llevar por estos deseos y pecaron contra Dios. Todas las cosas que nos alejan de Dios se pueden categorizar en estos deseos, y nuestro Señor nos advierte que no provienen de Él. Sin embargo, como se mencionó anteriormente, el mundo y sus deseos pasarán, pero el amor de Dios y Su voluntad permanecen para siempre.