No sé si a ustedes les pasa, pero generalmente me gusta planear mis días y tratar de organizarme para que todo se desarrolle según lo planeado. A veces, no solo organizo un día, sino también actividades semanales, mensuales, o incluso a largo plazo.
Pero hay algo que no planeamos: los imprevistos. Y, ¡ah!, qué difícil se puede poner la situación cuando perdemos el control sobre lo que está sucediendo.
A veces los imprevistos son pequeños retrasos: el celular se apaga y no suena la alarma, se te cae el café justo al salir de la casa, o tal vez ni siquiera puedes salir porque el auto no arranca. En otras ocasiones, los contratiempos son más serios, como cuando estás por viajar y te cancelan el vuelo en el último momento, o te suspenden un evento que has estado esperando durante meses. Y algunos imprevistos llegan en forma de enfermedades o accidentes, ya sean nuestros o de personas cercanas.
Nuestra reacción ante estas situaciones expone mucho sobre el estado de nuestro corazón. Para ser sincero, lo primero que suele venir a mi mente es: "¿Por qué a mí?".
La mayoría de las veces, desde los pequeños imprevistos (que en el momento nos parecen enormes) hasta los más grandes, se nos olvida que tenemos un Padre que gobierna desde los cielos sobre todas las cosas de nuestra vida. Nada de lo que ocurre lo toma por sorpresa.
“Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados. Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos.” -Romanos 8:28-29
Como hijos Suyos, tenemos una certeza: en Cristo todo tiene un "para qué". Dios siempre está moldeándonos, y Él nos enseña a través de cada circunstancia que atravesamos. Si le amamos, podemos vivir con la confianza de que, desde lo más pequeño hasta lo más grande que ocurre en nuestras vidas, Dios lo permite con un propósito. Ese propósito, mis queridos hermanos, es que cada día seamos más como Jesús.