Ser un discípulo firme que esté dispuesto a caminar por un sendero pedregoso y enfrentar tiempos de sacrificio físico y emocional por amor a Cristo, cuesta todo. Lucas 14:33 dice
“Así pues, cualquiera de vosotros que no renuncie a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo.”
Una vida entregada y dedicada a Dios es la que le glorifica en todo lugar y en todo momento.
Lucas 14:26 repite:
“Si alguno viene a Mí, y no aborrece a su padre, madre, mujer, hijos, hermanos y hermanas, e incluso su propia vida, no puede ser mi discípulo”.
Sí, incluso el matrimonio puede ser una barrera para el cumplimiento del llamado de Dios cuando permitimos que nuestros cónyuges nos retengan de una vida radical de devoción a Cristo. Nada debe anteponerse al propósito de Dios en la vida de uno; muchos mueren sin Cristo porque un ser querido ha tomado prioridad ante la voluntad de Dios.
Sin embargo, no hay nada en la palabra de Dios que sugiera que el matrimonio sea incompatible con la pureza, devoción o servicio a Cristo.
“Porque si caen, el uno levantará a su compañero, pero ¡ay del solo que, cuando caiga, no habrá segundo que lo levante! -Eclesiastés 4:10 RVR 60
No debo usar a mi esposa o hijos como excusa para darle a Cristo el segundo lugar en mi corazón. Debo llevar a mi esposa e hijos agarrados de la mano por el buen Camino hacia la plenitud y el conocimiento de nuestro Salvador. ¡He decidido seguir a Cristo, no vuelvo atrás, no vuelvo atrás!