Hay muchas situaciones que vivimos que no nos gustan, o que causan cambios tan radicales que quisiéramos no tener que pasar por ellas: problemas económicos, familiares, enfermedad, pérdidas, falta de empleo, depresión, etc. Recuerdo que en algún momento de mi vida le pregunté a Dios, "¿Hasta cuándo Señor? ¿Hasta cuándo seguiré pasando pruebas?"
"Para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo." -1 Pedro 1:7 (RVR60)
Fue hasta que entendí que pasar por el fuego y vivir la prueba nos purifica, nos lava. Es la manera en que Dios quita de nuestra vida la mugre que nos estorba. Pero lo más glorioso es saber que ahí, en medio del dolor, Dios está más cerca de lo que imaginamos, fortalece nuestra fe, y nos hace un poco más útiles para Él.
"Pero he aquí que yo la atraeré y la llevaré al desierto, y hablaré a su corazón." -Oseas 2:14 (RVR60)
Es ahí, en el desierto, en medio de las lágrimas, del fuego, de la prueba, que podemos sentir como Dios nos abraza y nos consuela como el amoroso Padre que contiene a sus hijos; y en otras ocasiones lo sentirás como un alfarero que te rompe en mil pedazos para volverte a moldear, pero en las dos podrás sentir que Él te ama con un incomparable e inagotable amor.
Así que no se trata de entender hasta cuándo, sino de abrazar nuestro proceso de prueba y dejar que solo Él sea nuestra fuente de Agua Viva que en medio del desierto sacia nuestra sed. Él tiene un propósito, y aunque vivas la mayoría de tus días en prueba, metido en el horno, toma la decisión de vivir totalmente rendido y en obediencia a Él.
"Mas el Dios de toda gracia, que nos llamó a su gloria eterna en Jesucristo, después que hayáis padecido un poco de tiempo, él mismo os perfeccione, afirme, fortalezca y establezca." -1 Pedro 5:10 (RVR60)