Una de las cosas que más le gusta a nuestra mente es clasificar. Sí, a nuestra mente le encanta clasificar momentos, personas, situaciones. Vamos por la vida poniendo etiquetas y recibiendo etiquetas.
¿Cómo lo hacemos? Asignamos adjetivos para atribuir calificaciones a casi todo lo que nos rodea, muchas veces sin tener la información necesaria.
Recuerdo cuando le decía a mi madre, "no me gusta", y ella me preguntaba: "¿ya lo probaste?" Yo le contestaba: "no, pero no me gusta", ja ja ja.
Es un gran peligro poner etiquetas sin la información suficiente. Y más aún dejar esas etiquetas permanentes. En ocasiones usamos etiquetas que son temporales, como stickers, y en otras, etiquetas permanentes, como tatuajes. Cuando dejamos etiquetas permanentes, nos cerramos a la posibilidad de que hayan ocurrido cambios. Tenemos un Dios que puede cambiarlo todo.
"Así que hemos dejado de evaluar a otros desde el punto de vista humano. En un tiempo, pensábamos de Cristo solo desde un punto de vista humano. ¡Qué tan diferente lo conocemos ahora! Esto significa que todo el que pertenece a Cristo se ha convertido en una persona nueva. La vida antigua ha pasado, ¡una nueva vida ha comenzado!" -2 Corintios 5:16-17 NTV
Este pasaje es un claro ejemplo de un cambio en la naturaleza humana. A esa persona ya no la conocemos como era: "el viejo hombre", ahora es una "nueva criatura".
Recientemente vi a una figura pública en redes sociales de la que alguna vez me hablaron mal. No conozco a la persona y tengo poca información de ella, pero mi corazón sintió algo negativo al verla. Así es el daño que pueden hacer las etiquetas.
Hay algunas etiquetas que se quedan permanentemente y que pueden hacer mucho daño. Es muy difícil cambiar nuestra opinión sobre la vida de otro cuando la etiqueta se ha vuelto un paradigma. Además, podemos hacer mucho daño si esa etiqueta la hemos compartido con otros teniendo poca información y poca compasión.
¡La próxima vez, piensa bien antes de colgarle una etiqueta a alguien!
Las etiquetas pueden surgir de un corazón sin compasión. Aquellos que se apresuran a poner etiquetas difícilmente ven su propia condición.
"¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo? ¿O cómo dirás a tu hermano: Déjame sacar la paja de tu ojo, y he aquí la viga en el ojo tuyo?" -Mateo 7:3-4
Mis amados hermanos, las etiquetas pueden ser necesarias, pero deben ser usadas con mucho cuidado y temor, considerándote a ti mismo. Un corazón bíblico tendrá mucho cuidado al clasificar y poner adjetivos; será compasivo y misericordioso, justo como Dios le ha tratado.
Ahora bien, ¿qué hago con las etiquetas que me han puesto?
Quizá sea una oportunidad para evaluarme a la luz de la Palabra de Dios. Ese es el parámetro que me debe importar. Y recordar permanentemente que Dios, por su gracia, me ha etiquetado como su hijo amado, como oveja de su prado, como santo y como siervo suyo. ¡Alabado sea Dios, Cristo es más que suficiente!