Había una vez un rey llamado Nabucodonosor, que vivía en la esplendorosa Babilonia, con grandes edificios, maravillosos jardines y una impresionante muralla que rodeaba la ciudad. El rey pensaba que era una persona muy capaz porque había logrado toda esa magnificencia con sus habilidades de gobernante.
Habló el rey y dijo: "¿No es ésta la gran Babilonia que yo edifiqué para casa real con la fuerza de mi poder, y para gloria de mi majestad?" -Daniel 4:30
Sin embargo, Nabucodonosor parecía haber olvidado quién era realmente el que lo había puesto ahí. Su orgullo nubló su vista para ver la realidad, pues quien realmente lo había exaltado para hacerlo grande y poderoso entre las naciones de la época era Dios.
Así que aquel rey tuvo que ser humillado hasta lo más bajo, y no fue hasta entonces que pudo ver la realidad.
"...y siete tiempos pasarán sobre ti, hasta que reconozcas que el Altísimo tiene el dominio en el reino de los hombres, y lo da a quien él quiere." -Daniel 4:32b
Sobrevino al rey un padecimiento mental que por siete años lo mantuvo como un vagabundo por las calles y campos de la gran ciudad. A la mala, y con una gran humillación, finalmente reconoció quién era realmente el que gobierna: el Creador del cielo y de la tierra.
"Mas al fin del tiempo, yo, Nabucodonosor, alcé mis ojos al cielo, y mi razón me fue devuelta; y bendije al Altísimo, y alabé y glorifiqué al que vive para siempre, cuyo dominio es sempiterno, y su reino por todas las edades. Todos los habitantes de la tierra son considerados como nada; y él hace según su voluntad en el ejército del cielo y en los habitantes de la tierra, y no hay quien detenga su mano, y le diga: ¿Qué haces? En el mismo tiempo, mi razón me fue devuelta, y la majestad de mi reino, mi dignidad y mi grandeza volvieron a mí, y mis gobernadores y mis consejeros me buscaron; y fui restablecido en mi reino, y mayor grandeza me fue añadida. Ahora yo, Nabucodonosor, alabo, engrandezco y glorifico al Rey del cielo, porque todas sus obras son verdaderas, y sus caminos justos; y él puede humillar a los que andan con soberbia." -Daniel 4:34-37
Nosotros, que vemos como espectadores esta historia, aprendamos una lección de humildad: el Señor reina.
Que Dios les bendiga y que tengan una maravillosa semana.