Años atrás, uno de mis hijos se comportó de una manera incorrecta en la escuela primaria. Como se espera de todo padre, tuve que corregirle confrontando su conducta y dando los argumentos necesarios para que entendiera que lo que había hecho no estaba bien.
Poco tiempo después, en mi mente y en mi corazón surgió triste convicción: todo lo que le dije ese día era correcto y adecuado, pero en mis palabras y en mis expresiones no existió ni misericordia, ni empatía, y mucho menos amor—pude corregir, pero no expresé gracia. Con Dios no es así, gracias a Él. Un teólogo afirma que Dios se muestra en cada acto, en cada cosa que realiza, con la plenitud de todos Sus atributos, sin ser más en uno y menos en otro. No como me pasó a mí que me hizo falta gracia y misericordia para corregir.
Así que cada vez que Dios hace algo, Su misericordia, santidad, justicia, amor, y poder se manifiestan en la plenitud unitaria que es Dios. En la Biblia, abundan momentos en que esto se ejerce, pero es en la cruz del Calvario donde tenemos el ejemplo perfecto en Cristo Jesús. Ahí se manifestó la obra de Dios con justicia, amor, misericordia, y entrega total. Ese día Cristo venció el pecado con la plenitud de sus atributos.
Por eso, hermanos, es necesario recordar a nuestra alma que nuestro Padre Celestial actuará en la plenitud de Sus atributos: con poder, con misericordia, con justicia, y con santidad en todo lo que ocurre en nuestra vida—sean tiempos de alegría, de tristeza, o de prueba. Como cristianos, seguidores de Cristo, busquemos con diligencia y agradecimiento ejercer con plenitud los dones que de Su mano recibimos, yendo tras Sus pasos en cada cosa que hagamos, no solo en el trato con nuestros hermanos creyentes, sino, sobre todo con aquellos que no le conocen.
"Y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo." -Efesios 1:22-23 (RVR60)
Recordemos que somos Su iglesia, y Él, Cristo, es la cabeza de este hermoso cuerpo. Él, en plenitud de Su presencia, llena a Su iglesia en todo (Efe.1:23). Con esa verdad vivamos confiados, agradecidos, y aferrados a Su buena voluntad y soberanía, que siempre da a Sus hijos lo que es mejor para ellos. Oremos al Padre que Su Santo Espíritu complemente en nosotros el carácter de Cristo que nos falta para cada ocasión, sabiendo que, si Él inició la buena obra, la terminará. Él es Fiel.