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Foto del escritorLorena Gallardo

Cuando Dios cambia el guion

A menudo, nuestras mentes y pensamientos trabajan arduamente construyendo realidades ideales para nuestras circunstancias, nuestras vidas, las vidas de aquellos a quienes amamos, nuestra comunidad de creyentes, nuestro presente y nuestro futuro... ¡casi un guion perfecto! Todo como creemos que se acomoda de manera perfecta con nuestros sueños y anhelos; a menudo para darnos cuenta de que nuestros planes, la mayoría de las veces, no salen a pedir de boca, y nos olvidamos de que Dios es el guionista en la vida de aquellos que le amamos.

 


Cuando situaciones suceden repentinamente (que no han estado en nuestros planes) y especialmente si son desagradables, imprevistas o tormentosas, olvidamos que Dios, nuestro Padre y Sustentador, sigue siendo Soberano. ¿Habremos de cuestionar al Señor ante ellas?

"Yo formo la luz y creo las tinieblas, hago la paz y creo la adversidad. Yo, Jehová, soy el que hace todo esto. Rociad, cielos, de arriba, y las nubes destilen la justicia; ábrase la tierra, y prodúzcanse la salvación y la justicia; háganse brotar juntamente. Yo, Jehová, lo he creado. ¡Ay del que pleitea con su Hacedor! ¡El tiesto con los tiestos de la tierra! ¿Dirá el barro al que lo labra: '¿Qué haces?'; o tu obra: '¿No tiene manos?'" -Isaías 45:7-9

 

Dios cambia el guion, nuestro guion a su manera, y no podemos exigirle explicaciones, pero sí podemos decidir seguir confiando en sus promesas.

 

La vida puede darnos reveses, y podemos desalentarnos ante ellos, perdiendo de vista que Dios el Señor ha prometido usar toda circunstancia para obrar su buena voluntad en nuestras vidas (ver Romanos 8:29), y, porque le amamos, podemos confiar en que, con su ayuda en cada situación, habrá algo sin duda que nos seguirá puliendo en carácter, enseñando a vivir en dependencia y en confianza en aquel que ha prometido que nunca nos dejará ni nos abandonará.

 

Aún en el quebranto o la desolación, podremos decir gozosamente:

"Alma mía, tengo demasiado en Cristo como para desalentarme por aquello que no tengo o que he perdido, incluso cuando lo que no tengo o haya perdido haya sido algo importante.

¡Alma mía, tengo demasiado en Cristo!"

 


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