¿Cuándo fue la última vez que te preocupaste por un hermano o hermana en Cristo? Me refiero, especialmente, a alguien que esté fuera de tu círculo cercano, a alguien con quien lo único que tienes en común sea asistir a la misma iglesia y ser parte de la familia de Cristo.
No hay nada más peligroso que un cristiano solitario, y lamentablemente, nuestras iglesias están llenas de ellos. Puede que muchas veces "socializar" no sea nuestro fuerte (como es mi caso), o que las tareas del ministerio absorban gran parte de nuestro tiempo y energía. Sin embargo, interesarnos por nuestro hermano y tener el sincero deseo de vivir en comunidad realmente muestra el fruto del Espíritu en nosotros. La Palabra es insistente acerca de esto, y con mucha razón:
"Preocupémonos unos por otros, a fin de estimularnos al amor y a las buenas obras. No dejemos de congregarnos, como acostumbran a hacerlo algunos, sino animémonos unos a otros, y con mayor razón ahora que vemos que aquel día se acerca." -Hebreos 10:24-25
En mi proceso como nueva creyente, recuerdo que fue el amor y la calidez de la comunidad cristiana lo que me acercó más a Cristo. Simplemente no podía creer cómo este grupo de personas, que apenas me conocían, que no tenían nada en común conmigo y a quienes yo no podía ofrecerles nada, se interesaban tanto en mi bienestar, tanto físico como espiritual. Eso fue algo que realmente hizo crecer mi fe.
Hoy, en un tiempo donde el amor de muchos se está enfriando, es más importante que nunca seguir animándonos unos a otros en amor, acoger a otros en comunidad y acercarnos juntos más a Cristo.