Nuestra salvación es firme como una roca, pero el gozo de nuestra salvación es como una delicada flor, la cual puede ser perturbada incluso por la más ligera brisa. De aquí que el gozo es algo que necesitamos cuidar y sustentar.
¿Qué debemos hacer para mantener el gozo?
En primer lugar, debemos confesar nuestros pecados. Cuando confesamos nuestras faltas al Señor, su sangre nos limpia y nuestra comunión con Él se restaura.
“Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” -1 Juan 1:9
Después de que David pecó, oro de la siguiente manera: “Vuélveme el gozo de tu salvación” (Salmos 51:12). Recuerda que cuando nuestra confianza está en Cristo, el perdón es inmediato.
En segundo lugar, debemos tomar la Palabra de Dios como nuestro alimento y fuente de gozo. En ella encontramos todos los nutrientes que nuestra alma requiere. Jeremías dijo:
“Fueron halladas tus palabras, y yo las comí; y tu palabra me fue por gozo y por alegría de mi corazón”. -Jeremías 15:16
Así como una persona con hambre no puede estar bien, del mismo modo, un creyente no puede tener gozo sí está mal nutrido; necesitamos un banquete contínuo de la Palabra de Dios.
“Sino que en la ley de Jehová está su delicia, Y en su ley medita de día y de noche”. -Salmos 1:2
En tercer lugar, debemos orar. Cuando abrimos nuestro corazón al Señor y le expresamos abiertamente lo que sentimos, experimentamos un gozo profundo y nuestra alma es animada.
“Yo los llevaré a mi santo monte, y los recrearé en mi casa de oración; sus holocaustos y sus sacrificios serán aceptos sobre mi altar; porque mi casa será llamada casa de oración para todos los pueblos”. (Isaias 56:7)
En hebreo “recrear” se define como llenar de alegria o gozo. La verdadera oración no es una repetición de palabras y frases habituales que rezamos; más bien, es derramar nuestro corazón y nuestro espíritu ante nuestro Padre celestial. Jesús dijo en Juan 16:24 “Pedid y recibiréis para que vuestro gozo sea cumplido”. La verdadera oración nos hace libres y nos llena de gozo.
Y por último, debemos tener comunión unos con otros. Experimentamos un gran gozo, cuando compartimos momentos con otros que aman y disfrutan a Cristo. No existen palabras humanas que puedan describir la dulzura que experimentamos al reunirnos con otros creyentes al adorar juntos al Señor y compartir de sus maravillas.
”Lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo. Estas cosas os escribimos, para que vuestro gozo sea cumplido”. -1 Juan 1:3-4
El verdadero compañerismo no es algo que hacemos por obligación o por rutina, sino porque es algo que disfrutamos; porque sabemos que hay un gozo inexplicable al pertenecer al cuerpo de Cristo.
Juntos compartimos la certeza, la seguridad y el gozo de haber recibido la salvación. ¡Alabamos al Señor por una salvación tan completa y perfecta!.
“Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos!” -Filipenses 4:4