Los más pequeños, sin titubear, alzan sus manos en adoración a Dios. Sonríen expresando el gozo en su interior. Sus caras expresan inevitablemente la emoción al escuchar el relato de las grandezas de nuestro Dios todopoderoso.
"De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Así que, cualquiera que se humille como este niño, ese es el mayor en el reino de los cielos." -Mateo 18:3-4 (RVR60)
En los niños no existe la resistencia. Ellos descansan confiados, sabiendo que Jesús cuida de ellos y los ama. En momentos de temor o de duda, expresan abiertamente su sentir, piden ayuda. Si cometen una falta, están abiertos al consejo y a la instrucción, y si es necesario piden perdón de manera sincera y con arrepentimiento. Si ellos son lastimados, aceptan la disculpa y responden con un abrazo. Así son los niños…
Al ver esta escena, es tan clara la instrucción de Jesús. Solo haciéndonos como niños podremos entrar en Su reino. En definitiva, ¿quién es digno? ¿Quién puede subir al monte del Señor?¿Quién puede estar en su lugar Santo (Sal. 24:3-4)? Ninguno, nadie. Jesús en su gran misericordia nos da la respuesta y el ejemplo en la transparencia de los niños.
Sólo volviéndonos como niños, en total dependencia, en completa rendición, con una entrega total, sin reservas, humillados y arrepentidos, es como entraremos a Su presencia. ¿Serás humilde como un niño pequeño hoy? Sea nuestra intención y oración abatir nuestro orgullo, imitando el corazón de Cristo, quien aun siendo Dios mismo, se humilló hasta la muerte para nuestro rescate (Fil. 2:5-9). ¡Gracias Señor!